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    Sábado, 31 de Julio, 2021 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica


    (Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)


    Cada SÁBADO, amorosamente, hace muy feliz y rico el corazón santísimo del PADRE celestial con la TIERRA entera: enriqueciéndote a ti también siempre:


    Divinamente, nuestro Padre celestial empezó a sentir en su corazón santísimo la necesidad de llenar la tierra entera con su vida eterna, pero necesitaba ser llenada con victorias sobre sus enemigos, que se habían rebelado en contra de Él y su santo
    nombre fuegos, ofendiendo a su Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo, como Lucifer y sus ángeles caídos, por ejemplo. Entendiendo que, nuestro Padre celestial es un Dios Todopoderoso, que siempre está consiente de todo lo que sucede en su Creación, y
    que los lamentos de sus hijos, fallecidos, creyendo en mentiras de Lucifer, habían descendido al infierno tormentoso maldecidos, por ende, su corazón santísimo lloraba por ellos, para que regresen a vivir nuevamente, pero ellos necesitaban regresar a
    l sin pecado alguno.


    Por lo tanto, nuestro Padre celestial necesitaba a sus hijos regresando a la vida recibida ya de Él, como cuando ellos nacieron inicialmente de su imagen y de su alma santísima, pero ellos necesitaban regresar a ella sin el pecado que creyeron de
    Lucifer y de la serpiente del Edén, de modo contrario, ellos fallarían en ver vida nuevamente con Él en el paraíso. Soberanamente, nuestro Padre celestial necesitaba establecer su vida eterna en la tierra para que sus hijos vean vida nuevamente, pero
    Él necesitaba hacerlo sin la contaminación del pecado de Lucifer, puesto ya en el corazón de Eva, hizo que Adán peque junto con sus hijos en generaciones venideras; por lo tanto, Él necesitaba reiniciar su misma vida en sus hijos en la tierra
    prontamente.


    Realmente, nuestro Padre celestial estaba buscando siempre a alguien, como tú y tus amados, vecinos y amistades, para Él mismo descender a tu familia, confiándote a ti a su Hijo Jesucristo y a su Espíritu Santo, porque Él necesitaba tener a su vida
    eterna renaciendo en la tierra y luego descender al corazón de la tierra para ayudar a sus hijos a vivir nuevamente. Y así es como, nuestro Padre celestial finalmente encontró a Abraham junto con su esposa Sarah, que estaban más que dispuestos a
    ayudarlo a Él a descender a sus hijos, bendiciéndole a Él con su único Hijo Jesucristo que necesitaba renacer en Canaán para bendecir a toda vida humana nuevamente, y así, todos sus hijos vivan nuevamente, pero sin el pecado para siempre.


    Genuinamente, nuestro Padre celestial necesitaba reiniciar su vida eterna en la tierra, pero al ser Él mismo miembro de una familia humana, dispuesto a recibirlo a Él junto con su Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo, porque Él iba a tener a sus hijos
    de todas las familias de las naciones renaciendo en su vida eterna, pero sin el pecado para la eternidad. Por ello, nuestro Padre celestial encontró la familia de Abraham abierta a Él no solamente para descender a ellos, pero igualmente para tener a su
    Hijo Jesucristo naciendo como Isaac del vientre estéril de Sarah, por el Espíritu Santo, finalmente complaciendo su corazón santísimo anhelando darles vida junto ayudas necesarias a sus hijos para ver vida nuevamente, eternamente enriquecidos,
    regresando al paraíso por fin.


    Ciertamente, nuestro Padre celestial necesitaba llevar su bautismo en agua al corazón de la tierra, dándoles a sus hijos su cuerpo glorificado, bautizado ya en agua, invocándole a Él, como Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacobo, regresando
    finalmente a vivir nuevamente desde postes del infierno, postreramente clavándolos a postes de la gloria celestial perpetuamente, salvándolos dentro del Lugar Santísimo, en Canaán. Sin embargo, primero nuestro Padre celestial necesitaba vivir su
    misma vida con Abraham y Sarah su esposa, que eventualmente no solamente le daría vida a su Hijo Jesucristo como Isaac con la carne sagrada y la sangre expiatoria para ser bautizada en agua, entrando al desierto de Sinaí; pero igualmente, necesitaba
    ser una carne sin pecados sobre postes del infierno victoriosa sobre el pecado perpetuamente.


    Por lo tanto, una vez que nuestro Padre celestial había establecido su vida eterna en Canaán, al Él empezar a vivirla con Abraham y familia, que fue Sarah junto con sus hijos adoptados (comprados por dinero de extraños), y así, Él logre tener su
    primogénito, que fue Isaac, dándole vida a sus doce patriarcas Israelitas, por ende, dándole vida a su nación dorada postreramente. Ciertamente, esto fue nuestro Padre celestial viviendo su vida personal con Abraham no solamente por su Hijo
    Jesucristo nacido como Isaac del vientre estéril de Sarah, por el Espíritu Santo, pero igualmente viviéndola con sus hijos de Israel y de las naciones, renacidos ya, bautizados todos en agua, en necesidad de ser uno solo sobre postes del infierno,
    destruyendo a Satanás y su muerte perpetuamente.


    Visto que, esta es la vida amada de nuestro Padre celestial, que después de vivirla con Abraham y con sus hijos en Canaán victoriosa sobre el pecado, Satanás, muertes, ángeles caídos y enemigos desafiándolo a Él, su Hijo Jesucristo y su Espíritu
    Santo, entonces, Él necesitaba derramarla en su reino angelical y en el paraíso, honrando así su santo nombre fuegos, limpiándolos de pecados finalmente perpetuamente. Definitivamente, fue importante para nuestro Padre celestial tener a Abraham
    enviando a su siervo a su tierra natal, para escoger a una de las hijas de su parentela como esposa de Isaac, y así, él continué viviendo en Canaán con la carne sagrada que bendecirá a la humanidad entera con la gloria angelical y el paraíso
    finalmente, removiendo el pecado del mundo finalmente para siempre.


    Ciertamente, nuestro Padre celestial necesitaba que la esposa de Isaac tenga mellizos con la carne sagrada y la sangre expiatoria en Canaán, para que doce patriarcas israelíes entren en Egipto, enriqueciendo así a familias de las naciones con siete añ
    os de riquezas de Canaán, destruyendo los siete años de pobreza de Satanás continuamente, que eventualmente destruiría la tierra entera, si el Mesías tarda en descender. Amorosamente, nuestro Padre celestial necesitaba a Isaac renaciendo en Canaán,
    pero no de Sarah, sin embargo, esta vez de la hija virgen de David, por poderes del Espíritu Santo, porque su Hijo necesitaba vivir su vida virgen, como en el cielo, bautizado en agua del Jordán: destruyó a Satanás instantáneamente, la muerte y á
    ngeles caídos con su vida virgen finalmente vivida ya por sus hijos.


    Indisputablemente, nuestro Padre celestial necesitaba a su Hijo Jesucristo nacido del vientre virgen, por poderes del Espíritu Santo, porque Él necesitaba vivir su vida eterna tan poderosa y gloriosa con sus hijos en su dulce hogar, así como siempre É
    l la ha viviendo en la gloria celestial con sus huestes angelicales, conociendo únicamente: paz, gloria y alegrías sin fin toda una eternidad. Ahora, nuestro Padre celestial necesitaba a su Hijo Jesucristo naciendo de un vientre virgen en Canaán con
    la carne sin pecados y con su sangre expiatoria, porque Él necesitaba su vida restaurada con sus hijos por una virgen, y su Hijo amado virgen que destruya a Satanás, la muerte y el infierno, hablando únicamente sus palabras, volviendo así a vivir
    nuevamente sin pecado finalmente perpetuamente.


    Considerando que, nuestro Padre celestial necesitaba tener a sus hijos de Israel y de las naciones regresando a la gloria celestial, pero sin pecados, entonces, su Hijo Jesucristo necesitaba vivir por cada hombre, mujer, niño y niña en Canaán,
    derrotando a Satanás, muertes y el infierno con su misma vida virgen: finalmente amando, sirviendo y honrando su santo nombre con perfecta santidad hacia la eternidad. Divinamente, nuestro Padre celestial es santísimo jamás permitiendo pecados en sus
    hijos, por ello, Él necesitaba a su Hijo Jesucristo viviendo en Canaán su misma vida eterna por cada hombre, mujer, niño y niña, clavándola sobre la cruz del monte de Jerusalén victoriosa sobre Satanás, pecados, muertes y el infierno: y así,
    ellos logren entrar al Lugar Santísimo para declararlos perfectos y santos para siempre.


    Visto que, nuestro Padre celestial estaba buscando establecer un reino de su amor eterno por su Hijo Jesucristo, su Espíritu Santo y sus hijos nacidos de su imagen y de su alma viviente, viviendo así su vida eterna para gozar riquezas, glorias y nuevas
    cosas nunca antes vistas por los ángeles, porque Él necesita su santo nombre fuegos amado, como nunca antes en la eternidad venidera. Realmente, fue importante para nuestro Padre celestial llamar a Abraham a Canaán, porque Él necesitaba vivir con él
    y con sus hijos su vida eterna, finalmente descendiendo con su Hijo Jesucristo, naciendo como Isaac del vientre estéril de Sarah, por el Espíritu Santo, porque Él realmente necesitaba destruir el pecado primero y luego a Satanás junto con la muerte y
    sus ángeles caídos para siempre.


    Amorosamente, nuestro Padre celestial buscaba ver a Isaac finalmente casado en Canaán con una hija de los parientes de Abraham, que un siervo suyo fue a Padan-Aram para tomarla a ella para Isaac, que fue Rebeca, divinamente escogida por Él y su Espí
    ritu Santo para tener finalmente a sus patriarcas israelíes viviendo ya en Canaán para que sea Israel, su nación dorada para siempre. Realmente, nuestro Padre celestial necesitaba a Israel casado ya en Canaán, para Él vivir su vida gloriosa en
    necesidad de derrotar a Satanás, ángeles caídos y la muerte, teniendo a sus hijos naciendo en el cautiverio egipcio recogiendo pecados de las familias de las naciones antiguas y modernas, destruyendo todo pecado al invocar su santo nombre en el
    bautismo en agua del Mar Rojo finalmente.


    Por eso, nuestro Padre celestial llamó a Abraham a su cruz del monte de Jerusalén, descansando sobre el monte Moriah, ofreciendo a su único hijo Isaac, como una ofrendad encendida y llena del amor, amor que él había aprendido de él, y que solamente
    existe en la gloria celestial, complaciendo su corazón santísimo para conquistar nuevas riquezas, glorias, poderes y alegrías insondables toda una eternidad. Esto fue un amor muy importante, que nuestro Padre celestial siempre ha gozado en su corazón
    santísimo con su Hijo Jesucristo y con su Espíritu Santo junto con sus ángeles, pero desde cuando Abraham la vivió con su hijo Isaac, entonces, Él la necesitaba en la gloria angelical para gozarla en su nuevo reino venidero de su amor sin fin y sin
    pecado de sus hijos.


    Entonces, cuando la esposa de Isaac, Rebecca, estaba preñada, nuestro Padre celestial tuvo sus mellizos en su vientre, peleándose ya ambos por el derecho de nacer primogénito en la familia de Isaac, porque a Abraham le fue dicho, que solamente en
    Isaac serian sus hijos en la tierra para su nuevo reino venidero de su amor sin fin y sin pecados para la eternidad. Rebeca estaba perpleja con sus hijos, peleándose ya en su vientre, entonces, ella le preguntó a nuestro Padre celestial, por qué ellos
    se peleaban en ella aun sin haber nacido todavía—porque Jacobo luchaba por ser el primero, pero Esaú lo resistía a él hasta que logró ser el primogénito con su hermano Jacobo agarrado de su calcañar para que no salga primero del vientre.


    Soberanamente, nuestro Padre celestial le dijo a Rebeca, que ella tenía dos naciones naciendo en su vientre, que ellos peleaban ya para ser el primogénito ante Él en Canaán y en la gloria celestial, porque uno de ellos iba a traer al Rey Mesías
    hacia las familias de las naciones, es decir, uno servirá al otro, que será el primogénito para siempre en la eternidad. Ciertamente, los niños pelearon en el vientre de Rebeca por unos días antes de nacer, pues Jacobo luchaba sobre Esaú, que iba
    primero aparentemente, luchaba Jacobo ciegamente para ser el primogénito de la familia de Isaac, y el Rey Mesías ayudaba a Jacob para que sea el primogénito del Padre celestial del vientre de la tierra, en Canaán y en la gloria celestial igualmente.


    Ahora, porque Jacobo falló en ser el primogénito de la familia de Isaac, entonces, él por un acuerdo logrado con Esaú, que se sentía hambriento por un seco de chivo, que Jacobo había preparado: entonces, Jacobo le dijo si tú me das tu
    primogenitura, tú tendrás tu plato que tú tanto deseas y que está listo para ser servido ya para ti, entregándome tu primogenitura. Aquí es cuando. Jacobo obtuvo la primogenitura de Esaú, que él necesitaba poseer, porque su padre Isaac estaba
    listo para su muerte, pero antes de aquel día, entonces, él necesitaba obtener de él bendiciones que él iba pronunciar sobre su primogénito Esaú, pero más bien, Jacobo obtuvo las bendiciones, que lo enriquecieron a él y a Israel entero para
    recibir al Rey Mesías en su día.


    Ya que, Jacobo y sus hijos necesitaban renacer nuevamente en Canaán, pero esta vez, tenía que ser del corazón de la tierra y con el Rey Mesías clavado a ellos, que es la semilla santa de nuestro Padre celestial, como la cruz sobre volando la Ciudad
    de Jerusalén y con su santo nombre fuegos victorioso sobre todo pecado de la tierra hacia la eternidad entera. Sin embargo, primero toda la casa de Israel necesitaba recoger cada pecado que haya sido cometido en contra de nuestro Padre celestial, su
    Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo de generaciones antiguas y modernas, llevándolos seguidamente al bautismo en agua del Mar Rojo, abandonándolos, destruidos para siempre, para que ninguna familia de las naciones los vuelva a sufrir nuevamente.



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