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    From valarezo7@hotmail.com@1:229/2 to All on Sunday, July 22, 2018 15:32:23
    Sábado, 21 de Julio, 2018 de Nuestro Salvador Jesucristo,

    Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica

    (Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)

    EL PADRE RESTAURÓ SU ROSTRO EN TI Y ASà GOCES DE RIQUEZAS

    COTIDIANAS DE SU GRANDE AMOR POR TI:

    A tiempo, nuestro Padre celestial llamó a Abraham a salir de

    su hogar, para mirar hacia el cielo e intentar contar las

    estrellas que podía ver, porque él está llamado a heredar no

    solamente una gran riqueza interminable de nuestro Padre

    celestial, pero igualmente, los hijos para gozarse con ellos

    en la tierra y en el cielo hacia la eternidad angelical.

    Visto que, Abraham le decía a nuestro Padre celestial, que él

    había recibido ya grandes riquezas, pero continuaba sin hijo

    con su esposa Sarah para que herede sus bendiciones que

    habían descendido sobre él abundantemente: por ende, él

    continuaba sin ver por qué seria bendecido aún más de lo que

    ya era, y sin hijo que herede de él.

    Por eso, es que nuestro Padre celestial necesitaba que

    Abraham saliese fuera de su casa con Él para contemplar el

    cielo y sus estrellas incontables, y tratar de contarlas,

    porque son incontables, sin embargo, el hijo que estaba por

    recibir, junto con los hijos prometidos de generaciones

    futuras, es grande con sus hermanos incontables también hacia

    toda la eternidad venidera. Por ende, nuestro Padre celestial

    necesitaba que Abraham se encariñase con sus palabras y

    promesas de bendiciones en su corazón, porque él sería

    bendecido no solamente con su un hijo recién nacido del

    vientre estéril de Sarah su esposa, pero igualmente, sus

    hijos después de él, y llenos de bendiciones, para que todas

    las familias de las naciones sean bendecidas grandemente

    postreramente.

    Realmente, al Abraham salir fuera de su casa con nuestro

    Padre celestial, mirando hacia el cielo, tratando de contar

    las estrellas, entonces él creyó en sus palabras prometidas a

    él no solamente de más bendiciones interminables como sus

    hijos prometidos por nacer en su hogar de generaciones

    futuras, que él fue declarado como su primer siervo fiel y

    justo en la tierra. Porque nuestro Padre celestial necesitaba

    alguien de entre las familias de las naciones que crea en sus

    palabras, que Él ya había determinado de llenar la tierra de

    ellas y en las familias de la humanidad entera igualmente:

    familias que necesitaban tenerlo a Él desesperadamente junto

    con su Hijo Jesucristo y con su Espíritu Santo, bendiciendo

    el diario vivir de todos ellos.

    En su día, Abraham fue el escogido que nuestro Padre

    celestial necesitaba tener en la tierra, creyendo en sus

    palabras, y este es el Juramento a Isaac que primeramente

    Abraham tenía que creer, ya que, aunque no había recibido aún

    a su hijo prometido, Isaac, pero él creyó en sus palabras, y

    sólo así su fe fue contada como justa para siempre.

    Ciertamente, nuestro Padre celestial junto con su Hijo

    Jesucristo y con el Espíritu Santo había encontraron al fin

    el primer hombre de la humanidad entera, que empezó con Adán

    y Eva en el paraíso, creyendo en sus palabras del Juramento a

    Isaac, aunque Abraham no había recibido aún a su hijo Isaac,

    pero, aun así, él fue bendecido y enriquecido desde Sión.

    Evidentemente, nuestro Padre celestial necesitaba continuar

    bendiciendo a Abraham y a su esposa Sarah junto con los hijos

    adoptados, viviendo en su hogar, comprados con dinero de

    extranjeros dispuestos a venderlos, y así, él ser su

    proveedor número uno para ellos vivir una vida bendecida

    desde Sión, en donde aprenderán a amar, servir y honrar al

    Padre celestial en todos sus días. Además, nuestro Padre

    celestial jamás pensó en parar de derramar de su bendición

    cotidiana sobre Abraham y sus sobre sus amados, incluyendo a

    sus hijos adoptados y sus vecinos (de cerca y de lejos

    igualmente), porque Él necesitaba a su Hijo Jesucristo nacido

    como Isaac, para que viva sus riquezas cotidianas, que sus

    hijos de generaciones futuras aprenderán a disfrutar de ellas

    siempre.

    Visto que, nuestro Padre celestial jamás pensó de tener a su

    Hijo Jesucristo nacido como Isaac junto con cada uno de los

    hijos prometidos de generaciones futuras, sufriendo de falta

    de sus bendiciones cotidianas desde Sión, porque Él jamás

    quiso que nadie lea el nacer e historia de sus hijos de

    Israel que fueron vistos como nacidos en pobreza, por

    ejemplo. Divinamente, nuestro Padre celestial quería que las

    familias de las naciones, leyendo la historia escrita de

    Abraham y de sus hijos que siempre nacieron bendecidos y

    llenos de sus riquezas cotidianas e interminables,

    empoderándolos así para caminar como ejemplo divino a los

    demás alrededor del mundo, demostrándoles a todos que Él es

    un Padre extremadamente rico: cuidando del bienestar de sus

    hijos.

    Por eso, es que nuestro Padre celestial tenía que contar con

    la fe de Abraham declarada por Él como justicia, porque él

    tenía que creer junto con su esposa Sarah en sus palabras del

    Juramento a Isaac, que Él derramaría sobre su altar de su

    amor prehistórico para las familias de las naciones, para que

    sean igualmente benditas todas ellas, siempre. Además,

    nuestro Padre celestial necesitaba a Abraham creyendo en sus

    palabras, aunque él aún no había recibido a su hijo

    prometido, Isaac, nacido por los poderes del Espíritu Santo

    del vientre estéril de Sarah, para que él junto con sus

    amados, incluyendo sus amistades, gocen de los poderes

    cotidianos del Juramento a Isaac, que se derramaría sobre la

    tierra en grandes abundancias perennemente.

    Debido que, nuestro Padre celestial necesitaba un hombre en

    el paraíso o en la tierra, creyendo a sus palabras Juradas a

    Isaac y el Espíritu Santo, y así, derramarlas sobre Abraham y

    su familia junto con las familias de las naciones, todas las

    glorias de una tierra nueva con cielos esplendorosos, en

    donde su perfecta voluntad es honrada perpetuamente por sus

    hijos bautizados/renacidos. Y esta fue la fe de Abraham para

    con nuestro Padre celestial en el cielo, creyendo ciegamente

    en sus palabras pronunciadas hacia él no solamente sobre

    Isaac para nacer del vientre estéril de Sarah, por los

    poderes del Espíritu Santo, pero igualmente, creyendo que

    recibiría hijos incontables como las estrellas del cielo, y

    con todo Canaán para vivir con ellos eternamente enriquecido.

    Esto fue algo que fue muy importante no solamente para

    Abraham y Sarah comprender, pero igualmente para sus hijos

    naciendo en generaciones futuras, porque ellos necesitaban

    nacer enriquecidos con las riquezas de cada día que nuestro

    Padre celestial apropósito derramó sobre Abraham y así sean

    canalizadas hacia sus hijos por su fe, y esta fe son las

    palabras infalibles del Juramento a Isaac. Ya que, nuestro

    Padre celestial necesita a cada hombre, mujer, niño y niña de

    todas las familias de las naciones, entendiendo claramente

    por su Juramento a Isaac y sus poderes cotidianos, de que Él

    es un Dios grandemente rico con sus huestes angelicales y así

    también con las familias de las naciones, empezando con el

    hogar de Abraham para que vivan enriquecidos.

    Ciertamente, nuestro Padre celestial es un Dios asombroso en

    el cielo con las huestes angelicales, y lo mismo es verdad

    sobre toda la tierra con las familias de las naciones, porque

    Él necesita darles glorias, honor y amor en sus corazones

    para su santo nombre todopoderoso, clavado sobre el madero

    del monte santo de Jerusalén, su altar antiguo, y su dulce

    hogar eterno. Es más, nuestro Padre celestial jamás deseo ver

    a Abraham y su esposa Sarah junto con sus hijos adoptados

    sufriendo las necesidades cotidianas, pero, más bien, Él

    necesitaba que ellos estén siempre bendecidos y enriquecidos

    de sus riquezas del reino angelical, para que las familias de

    las naciones aprendan de que Él ama a sus hijos, sirviéndole

    en sus abundantes riquezas, siempre.

    Y así, invitar a cada hombre, mujer, niño y niña de las

    familias de las naciones a unirse a Él junto con su Hijo

    Jesucristo y su Espíritu Santo, para ser todos uno con Él en

    su fe, que Abraham creyó primero para que su hijo Isaac

    nazca, en donde Él derramó su fe divina sobre la tierra para

    enriquecerla grandemente, postreramente. Visto que, esta es

    la tierra que nuestro Padre celestial ha escogido para vivir

    con sus hijos, bautizados/renacidos todos ellos de su imagen

    divina, clavada junto con su santo nombre fuego sobre el

    madero del Israel antiguo, sus hijos israelitas levantados

    del Valle de los huesos secos con su bendición, envidada

    directamente desde Sión, cuando los levíticos invocaron su

    nombre todopoderoso sobre ellos.

    Proféticamente, estos son los hijos de Aarón que necesitaban

    invocar su santo nombre fuego que había sido clavado,

    colgando, sobre el madero junto con el Hijo de David,

    sangrando, porque ellos se dieron cuenta de que no solamente

    el Rey Mesías diciendo ser Rey de Israel, colgaba, pero

    igualmente, el nombre todopoderoso, en donde se consideraba

    que todo colgado de él, maldito es. Por cierto, los hijos de

    Aarón estaban heridos de ver el santo nombre fuego del Padre

    celestial clavado y colgando sobre el madero, considerando

    siempre que todo que cuelgue de él, maldito es: por eso,

    ellos necesitaban que los romanos lo bajen, para corregirlo,

    y se lea que él dice ser Rey de los Judíos—más los gentiles

    rehusaron complacerlos esta vez.

    Entonces, después de hablarles a los romanos por unos

    momentos, tratando de hacer que descuelguen el letrero, para

    reescribirlo, a que diga en latín, hebreo y arameo, que él

    dice ser Rey de los Judíos, finalmente abandonaron el monte

    santo de Jerusalén, porque los romanos tenían la autoridad

    para finalmente decidir a que el letrero no sea reescrito

    jamás por nadie. Además, los romanos tenían las lanzas y

    escudos defendiendo el Lugar Santísimo de nuestro Padre

    celestial, por lo tanto, nada de lo que había sucedido

    divinamente sobre el monte santo de Jerusalén cambiaria,

    porque la profecía sea había cumplido cabalmente, entonces la

    bendición descendió desde Sión, bendiciendo a los hijos de

    Israel, y así ellos vean al SENOR en el Tercer Día.

    Este es el día, también que en cuando los hijos de Aarón

    terminaron de invocar el santo nombre fuego de nuestro Padre

    celestial, como observándolo sorprendidos en un lugar

    inadecuado para él, como en donde jamás debió estar, porque

    colgaba del árbol, y cualquiera colgando de él, maldito es:

    por ello, con dolor los sacerdotes abandonaron tras de ellos

    el santo nombre, colgando. Sin embargo, lo que los sacerdotes

    consideraron ser maldición al abandonar el santo nombre fuego

    del Padre celestial junto con el Rey Mesías colgando del

    árbol para que las familias de las naciones lo observen por

    muchas generaciones, entonces, fue hecho así, removiendo todo

    lo que es maldito en Israel y en todo el mundo, haciéndolo

    bendito todo para su nuevo reino venidero.

    Puesto que, nuestro Padre celestial necesitaba clavar no

    solamente su santo nombre fuego sobre el madero, pero

    igualmente, su rostro glorioso para tornar en bendición lo

    que el fruto prohibido daño en Adán y Eva junto con los hijos

    cuando ambos comieron del árbol de la ciencia del bien y del

    mal, después de decidirles el Padre de jamás comer de él. Por

    eso, por el pecado de haber comido del fruto prohibido

    entonces no solamente los rostros de Adán y Eva desfiguraron

    como malditos, porque el fruto prohibido entró en sus vidas

    por sus bocas, comiendo de él, a tiempo, el rostro bendito de

    nuestro Padre celestial reemplazó sus rostros humanos, en

    donde estaban malditos, para que sean finalmente rostros

    benditos nuevamente, perpetuamente.

    Este es el santo nombre fuego, clavado junto con su rostro

    brillando gloriosamente sobre el árbol, cuando su Hijo

    Jesucristo fue sacrificado luego por los soldados romanos,

    porque Moisés y Aarón habían preparado a sus hijos para

    invocarlo divinamente sobre los hijos de Israel mientras

    yacían ya en el Valle de los huesos secos, para que vuelvan a

    vivir postreramente, eternamente justificados. Este es el

    momento, en que nuestro Padre celestial con su santo nombre

    fuego junto con su rostro glorioso brillando, fueron

    integrados al madero con su Hijo Jesucristo, entonces por su

    boca bendita comió el pan de vida finalmente para beber de la

    copa de la sangre expiatoria, dándole vida nuevamente a todos

    los hijos de Israel, y con abundantes bendiciones

    interminables.

    Este fue el día, en que nuestro Padre celestial espero para

    darle de comer del pan de vida y beber de la copa de la

    sangre expiatoria, que es el vino (o cualquier bebida en tu

    mano) que Él comió y bebió por sus hijos de Israel y de las

    familias de las naciones, derrotando así rebeliones de

    Satanás del fruto prohibido, perpetuamente. Puesto que,

    nuestro Padre celestial siempre estuvo listo por el desierto

    del Sinaí de alimentar a sus hijos de la casa de Israel no

    solamente con las aguas amargas de Marah, endulzadas por su

    árbol, descendido de su altar antiguo, en Canaán, pero

    igualmente, que beban de la roca salvadora para que jamás

    tengan sed nuevamente, y así coman de su boca siempre.

    Ya que, nuestro Padre celestial les dio a sus hijos de Israel

    a comer de su Mesa santa del maná que descendía cada día

    sobre todo el campamento israelí, y así comiesen todo cuanto

    quisiesen comer: y en cada viernes, una doble porción de dos

    días se podía recoger para comer en el día Sabatino, porque

    nadie debía trabajar en el Sábado. Ciertamente, nuestro Padre

    celestial les daba a los israelitas a comer del maná de su

    Mesa santa, en donde Él se sentaba diariamente a comer y a

    beber con ellos, asegurándose así que todo lo que comen sea

    siempre santo y perfecto, porque postreramente se

    convertirían en el madero para clavar su santo nombre fuego y

    su rostro radiante, bendiciéndoles así perpetuamente.

    Por eso, es que fue importante siempre para nuestro Padre

    celestial de darles de comer a ellos de su boca cuando Él

    comía sus alimentos de su Mesa del cielo junto con su Hijo

    Jesucristo y con su Espíritu Santo, porque colgando del


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