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Sábado, 21 de Julio, 2018 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica
(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)
EL PADRE RESTAURÓ SU ROSTRO EN TI Y ASà GOCES DE RIQUEZAS
COTIDIANAS DE SU GRANDE AMOR POR TI:
A tiempo, nuestro Padre celestial llamó a Abraham a salir de
su hogar, para mirar hacia el cielo e intentar contar las
estrellas que podÃa ver, porque él está llamado a heredar no
solamente una gran riqueza interminable de nuestro Padre
celestial, pero igualmente, los hijos para gozarse con ellos
en la tierra y en el cielo hacia la eternidad angelical.
Visto que, Abraham le decÃa a nuestro Padre celestial, que él
habÃa recibido ya grandes riquezas, pero continuaba sin hijo
con su esposa Sarah para que herede sus bendiciones que
habÃan descendido sobre él abundantemente: por ende, él
continuaba sin ver por qué seria bendecido aún más de lo que
ya era, y sin hijo que herede de él.
Por eso, es que nuestro Padre celestial necesitaba que
Abraham saliese fuera de su casa con Él para contemplar el
cielo y sus estrellas incontables, y tratar de contarlas,
porque son incontables, sin embargo, el hijo que estaba por
recibir, junto con los hijos prometidos de generaciones
futuras, es grande con sus hermanos incontables también hacia
toda la eternidad venidera. Por ende, nuestro Padre celestial
necesitaba que Abraham se encariñase con sus palabras y
promesas de bendiciones en su corazón, porque él serÃa
bendecido no solamente con su un hijo recién nacido del
vientre estéril de Sarah su esposa, pero igualmente, sus
hijos después de él, y llenos de bendiciones, para que todas
las familias de las naciones sean bendecidas grandemente
postreramente.
Realmente, al Abraham salir fuera de su casa con nuestro
Padre celestial, mirando hacia el cielo, tratando de contar
las estrellas, entonces él creyó en sus palabras prometidas a
él no solamente de más bendiciones interminables como sus
hijos prometidos por nacer en su hogar de generaciones
futuras, que él fue declarado como su primer siervo fiel y
justo en la tierra. Porque nuestro Padre celestial necesitaba
alguien de entre las familias de las naciones que crea en sus
palabras, que Él ya habÃa determinado de llenar la tierra de
ellas y en las familias de la humanidad entera igualmente:
familias que necesitaban tenerlo a Él desesperadamente junto
con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo, bendiciendo
el diario vivir de todos ellos.
En su dÃa, Abraham fue el escogido que nuestro Padre
celestial necesitaba tener en la tierra, creyendo en sus
palabras, y este es el Juramento a Isaac que primeramente
Abraham tenÃa que creer, ya que, aunque no habÃa recibido aún
a su hijo prometido, Isaac, pero él creyó en sus palabras, y
sólo asà su fe fue contada como justa para siempre.
Ciertamente, nuestro Padre celestial junto con su Hijo
Jesucristo y con el EspÃritu Santo habÃa encontraron al fin
el primer hombre de la humanidad entera, que empezó con Adán
y Eva en el paraÃso, creyendo en sus palabras del Juramento a
Isaac, aunque Abraham no habÃa recibido aún a su hijo Isaac,
pero, aun asÃ, él fue bendecido y enriquecido desde Sión.
Evidentemente, nuestro Padre celestial necesitaba continuar
bendiciendo a Abraham y a su esposa Sarah junto con los hijos
adoptados, viviendo en su hogar, comprados con dinero de
extranjeros dispuestos a venderlos, y asÃ, él ser su
proveedor número uno para ellos vivir una vida bendecida
desde Sión, en donde aprenderán a amar, servir y honrar al
Padre celestial en todos sus dÃas. Además, nuestro Padre
celestial jamás pensó en parar de derramar de su bendición
cotidiana sobre Abraham y sus sobre sus amados, incluyendo a
sus hijos adoptados y sus vecinos (de cerca y de lejos
igualmente), porque Él necesitaba a su Hijo Jesucristo nacido
como Isaac, para que viva sus riquezas cotidianas, que sus
hijos de generaciones futuras aprenderán a disfrutar de ellas
siempre.
Visto que, nuestro Padre celestial jamás pensó de tener a su
Hijo Jesucristo nacido como Isaac junto con cada uno de los
hijos prometidos de generaciones futuras, sufriendo de falta
de sus bendiciones cotidianas desde Sión, porque Él jamás
quiso que nadie lea el nacer e historia de sus hijos de
Israel que fueron vistos como nacidos en pobreza, por
ejemplo. Divinamente, nuestro Padre celestial querÃa que las
familias de las naciones, leyendo la historia escrita de
Abraham y de sus hijos que siempre nacieron bendecidos y
llenos de sus riquezas cotidianas e interminables,
empoderándolos asà para caminar como ejemplo divino a los
demás alrededor del mundo, demostrándoles a todos que Él es
un Padre extremadamente rico: cuidando del bienestar de sus
hijos.
Por eso, es que nuestro Padre celestial tenÃa que contar con
la fe de Abraham declarada por Él como justicia, porque él
tenÃa que creer junto con su esposa Sarah en sus palabras del
Juramento a Isaac, que Él derramarÃa sobre su altar de su
amor prehistórico para las familias de las naciones, para que
sean igualmente benditas todas ellas, siempre. Además,
nuestro Padre celestial necesitaba a Abraham creyendo en sus
palabras, aunque él aún no habÃa recibido a su hijo
prometido, Isaac, nacido por los poderes del EspÃritu Santo
del vientre estéril de Sarah, para que él junto con sus
amados, incluyendo sus amistades, gocen de los poderes
cotidianos del Juramento a Isaac, que se derramarÃa sobre la
tierra en grandes abundancias perennemente.
Debido que, nuestro Padre celestial necesitaba un hombre en
el paraÃso o en la tierra, creyendo a sus palabras Juradas a
Isaac y el EspÃritu Santo, y asÃ, derramarlas sobre Abraham y
su familia junto con las familias de las naciones, todas las
glorias de una tierra nueva con cielos esplendorosos, en
donde su perfecta voluntad es honrada perpetuamente por sus
hijos bautizados/renacidos. Y esta fue la fe de Abraham para
con nuestro Padre celestial en el cielo, creyendo ciegamente
en sus palabras pronunciadas hacia él no solamente sobre
Isaac para nacer del vientre estéril de Sarah, por los
poderes del EspÃritu Santo, pero igualmente, creyendo que
recibirÃa hijos incontables como las estrellas del cielo, y
con todo Canaán para vivir con ellos eternamente enriquecido.
Esto fue algo que fue muy importante no solamente para
Abraham y Sarah comprender, pero igualmente para sus hijos
naciendo en generaciones futuras, porque ellos necesitaban
nacer enriquecidos con las riquezas de cada dÃa que nuestro
Padre celestial apropósito derramó sobre Abraham y asà sean
canalizadas hacia sus hijos por su fe, y esta fe son las
palabras infalibles del Juramento a Isaac. Ya que, nuestro
Padre celestial necesita a cada hombre, mujer, niño y niña de
todas las familias de las naciones, entendiendo claramente
por su Juramento a Isaac y sus poderes cotidianos, de que Él
es un Dios grandemente rico con sus huestes angelicales y asÃ
también con las familias de las naciones, empezando con el
hogar de Abraham para que vivan enriquecidos.
Ciertamente, nuestro Padre celestial es un Dios asombroso en
el cielo con las huestes angelicales, y lo mismo es verdad
sobre toda la tierra con las familias de las naciones, porque
Él necesita darles glorias, honor y amor en sus corazones
para su santo nombre todopoderoso, clavado sobre el madero
del monte santo de Jerusalén, su altar antiguo, y su dulce
hogar eterno. Es más, nuestro Padre celestial jamás deseo ver
a Abraham y su esposa Sarah junto con sus hijos adoptados
sufriendo las necesidades cotidianas, pero, más bien, Él
necesitaba que ellos estén siempre bendecidos y enriquecidos
de sus riquezas del reino angelical, para que las familias de
las naciones aprendan de que Él ama a sus hijos, sirviéndole
en sus abundantes riquezas, siempre.
Y asÃ, invitar a cada hombre, mujer, niño y niña de las
familias de las naciones a unirse a Él junto con su Hijo
Jesucristo y su EspÃritu Santo, para ser todos uno con Él en
su fe, que Abraham creyó primero para que su hijo Isaac
nazca, en donde Él derramó su fe divina sobre la tierra para
enriquecerla grandemente, postreramente. Visto que, esta es
la tierra que nuestro Padre celestial ha escogido para vivir
con sus hijos, bautizados/renacidos todos ellos de su imagen
divina, clavada junto con su santo nombre fuego sobre el
madero del Israel antiguo, sus hijos israelitas levantados
del Valle de los huesos secos con su bendición, envidada
directamente desde Sión, cuando los levÃticos invocaron su
nombre todopoderoso sobre ellos.
Proféticamente, estos son los hijos de Aarón que necesitaban
invocar su santo nombre fuego que habÃa sido clavado,
colgando, sobre el madero junto con el Hijo de David,
sangrando, porque ellos se dieron cuenta de que no solamente
el Rey MesÃas diciendo ser Rey de Israel, colgaba, pero
igualmente, el nombre todopoderoso, en donde se consideraba
que todo colgado de él, maldito es. Por cierto, los hijos de
Aarón estaban heridos de ver el santo nombre fuego del Padre
celestial clavado y colgando sobre el madero, considerando
siempre que todo que cuelgue de él, maldito es: por eso,
ellos necesitaban que los romanos lo bajen, para corregirlo,
y se lea que él dice ser Rey de los JudÃos—más los gentiles
rehusaron complacerlos esta vez.
Entonces, después de hablarles a los romanos por unos
momentos, tratando de hacer que descuelguen el letrero, para
reescribirlo, a que diga en latÃn, hebreo y arameo, que él
dice ser Rey de los JudÃos, finalmente abandonaron el monte
santo de Jerusalén, porque los romanos tenÃan la autoridad
para finalmente decidir a que el letrero no sea reescrito
jamás por nadie. Además, los romanos tenÃan las lanzas y
escudos defendiendo el Lugar SantÃsimo de nuestro Padre
celestial, por lo tanto, nada de lo que habÃa sucedido
divinamente sobre el monte santo de Jerusalén cambiaria,
porque la profecÃa sea habÃa cumplido cabalmente, entonces la
bendición descendió desde Sión, bendiciendo a los hijos de
Israel, y asà ellos vean al SENOR en el Tercer DÃa.
Este es el dÃa, también que en cuando los hijos de Aarón
terminaron de invocar el santo nombre fuego de nuestro Padre
celestial, como observándolo sorprendidos en un lugar
inadecuado para él, como en donde jamás debió estar, porque
colgaba del árbol, y cualquiera colgando de él, maldito es:
por ello, con dolor los sacerdotes abandonaron tras de ellos
el santo nombre, colgando. Sin embargo, lo que los sacerdotes
consideraron ser maldición al abandonar el santo nombre fuego
del Padre celestial junto con el Rey MesÃas colgando del
árbol para que las familias de las naciones lo observen por
muchas generaciones, entonces, fue hecho asÃ, removiendo todo
lo que es maldito en Israel y en todo el mundo, haciéndolo
bendito todo para su nuevo reino venidero.
Puesto que, nuestro Padre celestial necesitaba clavar no
solamente su santo nombre fuego sobre el madero, pero
igualmente, su rostro glorioso para tornar en bendición lo
que el fruto prohibido daño en Adán y Eva junto con los hijos
cuando ambos comieron del árbol de la ciencia del bien y del
mal, después de decidirles el Padre de jamás comer de él. Por
eso, por el pecado de haber comido del fruto prohibido
entonces no solamente los rostros de Adán y Eva desfiguraron
como malditos, porque el fruto prohibido entró en sus vidas
por sus bocas, comiendo de él, a tiempo, el rostro bendito de
nuestro Padre celestial reemplazó sus rostros humanos, en
donde estaban malditos, para que sean finalmente rostros
benditos nuevamente, perpetuamente.
Este es el santo nombre fuego, clavado junto con su rostro
brillando gloriosamente sobre el árbol, cuando su Hijo
Jesucristo fue sacrificado luego por los soldados romanos,
porque Moisés y Aarón habÃan preparado a sus hijos para
invocarlo divinamente sobre los hijos de Israel mientras
yacÃan ya en el Valle de los huesos secos, para que vuelvan a
vivir postreramente, eternamente justificados. Este es el
momento, en que nuestro Padre celestial con su santo nombre
fuego junto con su rostro glorioso brillando, fueron
integrados al madero con su Hijo Jesucristo, entonces por su
boca bendita comió el pan de vida finalmente para beber de la
copa de la sangre expiatoria, dándole vida nuevamente a todos
los hijos de Israel, y con abundantes bendiciones
interminables.
Este fue el dÃa, en que nuestro Padre celestial espero para
darle de comer del pan de vida y beber de la copa de la
sangre expiatoria, que es el vino (o cualquier bebida en tu
mano) que Él comió y bebió por sus hijos de Israel y de las
familias de las naciones, derrotando asà rebeliones de
Satanás del fruto prohibido, perpetuamente. Puesto que,
nuestro Padre celestial siempre estuvo listo por el desierto
del Sinaà de alimentar a sus hijos de la casa de Israel no
solamente con las aguas amargas de Marah, endulzadas por su
árbol, descendido de su altar antiguo, en Canaán, pero
igualmente, que beban de la roca salvadora para que jamás
tengan sed nuevamente, y asà coman de su boca siempre.
Ya que, nuestro Padre celestial les dio a sus hijos de Israel
a comer de su Mesa santa del maná que descendÃa cada dÃa
sobre todo el campamento israelÃ, y asà comiesen todo cuanto
quisiesen comer: y en cada viernes, una doble porción de dos
dÃas se podÃa recoger para comer en el dÃa Sabatino, porque
nadie debÃa trabajar en el Sábado. Ciertamente, nuestro Padre
celestial les daba a los israelitas a comer del maná de su
Mesa santa, en donde Él se sentaba diariamente a comer y a
beber con ellos, asegurándose asà que todo lo que comen sea
siempre santo y perfecto, porque postreramente se
convertirÃan en el madero para clavar su santo nombre fuego y
su rostro radiante, bendiciéndoles asà perpetuamente.
Por eso, es que fue importante siempre para nuestro Padre
celestial de darles de comer a ellos de su boca cuando Él
comÃa sus alimentos de su Mesa del cielo junto con su Hijo
Jesucristo y con su EspÃritu Santo, porque colgando del
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